jueves, 21 de febrero de 2008

En la inmensidad del espacio


Una muy mala noticia. Leo en El País que "científicos estadounidenses aseguran que entre el 20 y el 60 por ciento de las estrellas similares al Sol de nuestra galaxia cuentan en sus órbitas con planetas rocosos capaces de albergar vida". O sea, montones de astros muy parecidos a La Tierra. Eso es lo que me ha puesto los pelos de punta. Si son semejantes a nuestro planeta, la vida inteligente que pueda haber allí será, por pura lógica marciana, igual a la que aquí escasea.

No me habría alarmado si hubiesen dicho que han encontrado enanitos verdes con orejas en forma de trompeta y ojos de rana. O gigantes velludos al modo de Chebwaka, ¿pero más humanos? No gracias. Me imagino repetidos ad nauseam los despropósitos que ocurren en este mundo causados por la mano del hombre y me echo a temblar. Guerras, hambrunas… ¡Eurovisión! ¿Cabe en cabeza humana pensar siquiera que a millones de años luz hay un planeta en el que cinco millones de personas se sientan ante un aparato llamado televisor y se regocijan contemplando un programa de entretenimiento llamado Escenas de matrimonio? Es grotesco ¿verdad? Pues eso es lo que sucedería si fuese cierto lo que afirman haber descubierto los astrónomos de la universidad de Arizona. Porque no nos engañemos, en La Tierra todo iba bien hasta el sexto día de la Creación. Las montañas y los mares, las libélulas y los Tiranosaurus Rex, las nubes y los vientos, los ornitorrincos y los celacantos. Criaturas y hábitat en armonía cósmica. Luego vino el hombre y lo primero que hizo, después de dejar de andar a cuatro patas, fue fabricarse un hacha de sílex. Para cortar por lo sano.

Por eso temo que los telescopios Hubble y Spitzer afinen un poco más su campo de visión y certifiquen lo que ahora sólo es una elucubración aberrante: si hay astros parecidos a La Tierra, habrá masas continentales semejantes a Eurasia que a su vez contengan penínsulas similares a la ibérica; con una nación -o lo que sea- llamada España. Admitámoslo: que exista un clon de nuestro país en los confines de la Vía Láctea sólo puede provocar congoja. No porque esos españoles allende las galaxias disfruten como nosotros de la lectura compulsiva del Hola y de las canciones de Camela. No. Lo digo porque si esa hipótesis es cierta, en la España sideral, esa que está más allá del cinturón de Kuiper, en este preciso instante estarán inmersos en una fatigosa campaña electoral. Y también ellos, los españoles extraterrestres, aplaudirán a candidatos que prometen cosas tan absolutamente creíbles como plantar 500 millones de árboles o superar a Francia en renta per cápita de aquí a cinco años. Así, sin despeinarse. "¡Houston, tenemos un problema!"

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