lunes, 12 de mayo de 2008

¿Has tenido alguan vez sexo sin dolor?

¿Así empieza un thriller psicológico? ¿Una rubia masturbándose a cámara lenta en la ducha con música de violines? Ya en la primera toma de Dressed to Kill (Vestida para matar), Brian de Palma practica un juego ambiguo con el espectador que, por un momento, puede creer que se ha colado por error en un cine porno. Pero que las duchas son lugares peligrosos es algo que los amantes del cine saben desde Hichtcock, y Kate Millar (Angie Dickinson) verá como el Coco la arranca con rudeza de sus sueños. Aunque solo para despertar de inmediato en la siguiente pesadilla, es decir, en una vida determinada por el aburrimiento y la apatía conyugal. Esta situación llevará a Kate a encomendarse a su psiquiatra, el doctor Elliot (Michael Caine).

Las escenas siguientes se suceden casi sin palabras: Kate se topa con un desconocido en el museo y se lanza en el acto a una aventura fatal. Primero debe constatar horrorizada que seguramente le han contagiado una enfermedad venérea. Pero su propio destino es mucho más terrible: Cuando pretende regresar al apartamento del amante desconocido a por un anillo olvidado, es brutalmente asesinada con una navaja de afeitar en un montacargas.

El único testigo del crimen es la prostituta Liz Blake (Nancy Allen), que caerá en el punto de mira del detective Marino (Dennis Franz), el encargado de efectuar las pesquisas. Liz emprende junto a Peter Miller la búsqueda de la asesina, que a ojos vista es una paciente del doctor Elliot.

Transformando un argumento muy simple, de cuyo desenlace inminente siempre se aparta con artísticas maniobras de engaño en un producto de suma de tensión, Brian de Palma demostró una vez más ser un maestro del suspense. Los préstamos que toma de las obras de su gran maestro, y que ya se percibían en sus películas anteriores, fueron tan evidentes en este filme que la crítica lo tachó de imitador de Hitchcock.

Dejando a un lado temas como la transexualidad y el travestismo, referencias claras a Psicosis (1960), tres son sobre todo las cualidades con las que De Palma manifiesta sus raíces y, al mismo tiempo su autonomía artística.

Por un lado, se encuentra la tendencia a la estilización y a la narración visual. Utilizando medios estilísticos tan manieristas como la pantalla partida, el discípulo supera sin embargo claramente a su maestro y tampoco se acobarda ante lo trivial por conseguir un efecto.

Además igual que Hitchcock, De Palma erige cierto distanciamiento irónico como contrapunto a los horribles sucesos, aunque con una tendencia claramente más marcada hacia la sátira.
Finalmente, en el oscuro mundo de los impulsos reprimidos de Hitchcock, De palma introduce un erotismo, que en el caso de esta peli, consiguió levantar cierta indignación en el acto, pues el movimientos feministas vieron en Dressed to Hill, una obra maestra de la misoginia.

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