jueves, 31 de enero de 2008

La paz sea con vosotros


El Gran Silencio, documental dirigido por el alemán Phillip Grönig (Dusseldorf 1959) es un viaje espiritual, en el que el director acerca su cámara al día a día dentro del Grande Chartreuse, el monasterio de referencia en los Alpes franceses de la orden de los cartujos.
En 1984, Gröning pidió permiso a la Orden de los Cartujos para poder rodar en su monasterio. Le dijeron que era demasiado pronto, quizás más tarde. Dieciséis años después recibió una llamada, había llegado la hora. Los preparativos llevaron dos años, el rodaje uno y la postproducción dos más. Han transcurrido veintiún años hasta su completa finalización.
La cinta carece de iluminación artificial, de trama, de música excepto los cantos de los monjes, no hay entrevistas, es vida en estado puro. Gröning nos muestra el día a día de unos hombres que entregaron su vida a Dios por medio de la contemplación. No hay que ser un creyente, ni conocer la religión para llenarse de emoción viendo esta película, una emoción fortísima que queda reflejada en los maravillosos planos paisajísticos, en los primerísimos planos de los monjes, en sus labores, cantos etc.
Es esta una película experimental, desnuda, austera, donde el sonido cobra una importancia vital. Cualquier ruido suena en la sala como algo estremecedor, el crujir de una madera, los pasos de un monje. Gröning comenzó como técnico de sonido para diferentes cineastas, de hay su obsesión por el silencio. Su carrera como director comienza a principios de los años ochenta, con varios cortometrajes. Hasta el momento sólo había hecho películas de ficción; el gran silencio es su primer documental.
Otra de las grandezas del gran silencio es que no hay actores ni puesta en escena, Gröning convivió con ellos durante cuatro meses, entre la primavera y el verano de 2002, una estancia que luego amplió con tres semanas de otoño y tres días de diciembre. De esta manera se entiende que los protagonistas estén ajenos a la cámara, no dirigí nada, solo rodé lo que observaba y observando el trabajo realizado da la sensación deque Gröning se inspiró en los cuadros de Ribera o de Zurbarán para componer unos planos interiores de inmensa belleza en el que el claroscuro, como en el barroco español cobra gran relevancia.
En un momento en el que las superproducciones acaparan la mayoría de las salas de cine, llega una película de reflexión, cercana a la meditación en la que el espectador tiene la sensación de convivir con los monjes, de estar con ellos. A lo largo de las dos horas y tres cuartos que dura el metraje, la sala se convierte en un convento por el que el tiempo pasa a ritmo pausado, sin incidencias, en el que el único momento de acción de la película es un monje cortando troncos de madera para hacer leña.
El excesivo hieratismo de sus protagonistas y la vida sosegada y tranquila de estos, conducen en ocasiones al espectador a viajes mentales y paraísos perdidos que intentan alejarlo de las montañas francesas. No obstante el director consigue no forzar la situación con la belleza de una fotografía y un sonido muy logrados.

No hay comentarios: