De vez en cuando prácticamente todos intentan dejarlo y empezar una vida normal. Sus otras aficiones no divergen mucho de las de otros jóvenes: fútbol, bares y sexo. Sick Boy es un admirador de James Bond que habla todo el tiempo de Ursula Andrés, a la que considera mejor chica Bond. Robert Carlyle brilla en su papel de del típico temible psicópata y Mcgregor aparece en el que hasta ahora es sin duda su mejor papel.
viernes, 22 de febrero de 2008
“¿Y los motivos? No hay motivos, ¿quién necesita motivos si tiene heroína?”
jueves, 21 de febrero de 2008
En la inmensidad del espacio
No me habría alarmado si hubiesen dicho que han encontrado enanitos verdes con orejas en forma de trompeta y ojos de rana. O gigantes velludos al modo de Chebwaka, ¿pero más humanos? No gracias. Me imagino repetidos ad nauseam los despropósitos que ocurren en este mundo causados por la mano del hombre y me echo a temblar. Guerras, hambrunas… ¡Eurovisión! ¿Cabe en cabeza humana pensar siquiera que a millones de años luz hay un planeta en el que cinco millones de personas se sientan ante un aparato llamado televisor y se regocijan contemplando un programa de entretenimiento llamado Escenas de matrimonio? Es grotesco ¿verdad? Pues eso es lo que sucedería si fuese cierto lo que afirman haber descubierto los astrónomos de la universidad de Arizona. Porque no nos engañemos, en La Tierra todo iba bien hasta el sexto día de la Creación. Las montañas y los mares, las libélulas y los Tiranosaurus Rex, las nubes y los vientos, los ornitorrincos y los celacantos. Criaturas y hábitat en armonía cósmica. Luego vino el hombre y lo primero que hizo, después de dejar de andar a cuatro patas, fue fabricarse un hacha de sílex. Para cortar por lo sano.
Por eso temo que los telescopios Hubble y Spitzer afinen un poco más su campo de visión y certifiquen lo que ahora sólo es una elucubración aberrante: si hay astros parecidos a La Tierra, habrá masas continentales semejantes a Eurasia que a su vez contengan penínsulas similares a la ibérica; con una nación -o lo que sea- llamada España. Admitámoslo: que exista un clon de nuestro país en los confines de la Vía Láctea sólo puede provocar congoja. No porque esos españoles allende las galaxias disfruten como nosotros de la lectura compulsiva del Hola y de las canciones de Camela. No. Lo digo porque si esa hipótesis es cierta, en la España sideral, esa que está más allá del cinturón de Kuiper, en este preciso instante estarán inmersos en una fatigosa campaña electoral. Y también ellos, los españoles extraterrestres, aplaudirán a candidatos que prometen cosas tan absolutamente creíbles como plantar 500 millones de árboles o superar a Francia en renta per cápita de aquí a cinco años. Así, sin despeinarse. "¡Houston, tenemos un problema!"
"Los muertos solo saben una cosa, es mejor estar vivo"
En el inicio de la película bélica de Sanley Kubrick La chaqueta metálica, vemos los rostros de varios jóvenes a los que les están afeitando la cabeza. Estos jóvenes son reclutas del ejército y éste es el primer día que pasan en un campamento militar, donde se entrenan para servir (o sobrevivir) en Vietnam, su destino. El responsable del campamento es el sargento Hartman (R. Lee Ermey), quien, con un continuo torrente de insultos y crueles humillaciones, les destroza la personalidad, borra sus identidades y los transforma en máquinas bélicas sin voluntad propia.
Uno de los soldados el recluta Bufón (Matthew Modine), el narrador de la película. Hartman le asigna la tarea de de vigilar a un soldado gordinflón y poco espabilado, al que llaman Patoso ( Vincent D’Onofrio). Pero se hace evidente que el protegido de Bufón no tiene lo que ha que tener. Tras descubrir su único talento, su buena puntería, a Patoso se le va el gerol. En un enfrentamiento sangriento, mata al sargento de instrucción Hartman, antes de volarse la tapa de los sesos en el cuarto de baño.
Corte, Bufón ha acabado la instrucción y ha llegado a Vietnam. Ahora es sargento, corresponsal de un periódico militar y contribuye a mantener alta la moral de las tropas escribiendo crónicas muy manipuladas. Junto a un fotógrafo, acompaña a una unidad con experiencia al frente. En una batalla a vida o muerte en la ciudad en ruinas de Hue, Bufón tiene que admitir que no todos los “amarillos” guardan en su interior a un buen americano.
Dos enfrentamientos dos actos, dos pelis: La chaqueta metálica da la impresión de ser una película de episodios rodada por dos directores y con el mismo reparto. El realismo violento de las escenas de instrucción del comienzo contrastan con el ambiente casi artificial del frente; y mientras el caos mental reina tras el orden despiadado impuesto por la primera mitad, el caos de la guerra de Vietnam de la segunda parte revela el orden al que tanto soldados como civiles deben someterse.
Toro Salvaje
A principios de los años cuarenta, Jake
La adaptación cinematográfica de la autobiografía de Jake
Para De Niro, Toro Salvaje, significó el gran desafío de su carrera. En el papel de Jake
El mosnstruo que tenía Corazón
En una feria de monstruosidades en Londres ante un público al que le cae la baba se presenta a un joven deforme (John Hurt). El cirujano Frederick Treves (Anthony Hopkins) lo encuentra allí lo examina, se lo lleva con él y, detrás de la fachada del ser receloso y angustiado, descubre a una persona sensible que sabe hablar y pensar, que ama la conversación y la literatura, y que con su mano izquierda intacta crea obras de arte de papel.
El hombre elefante se basa en una historia real, la de Joseph Carey Merrick, nacido en Leicester en 1862, que sufría neurofibramatosis múltiple, una enfermedad en la que la piel se ve afectada por excrecencias ( que asco!!). En 1884, Frederick Treves lo descubrió en la feria . En 1923, el médico publicó sus memorias que, junto con el libro The Elephant Man, sirvieron de pauta para la peli.
El director, David Lynch, muestra a este ser deforme con gran delicadeza. En los primeros 30 minutos del metraje no se ve la cara de Merrick, sólo las reacciones de la gente ante él. Cuando por fin se le ve, ya se le conoce como persona y nadie se espanta. Por supuesto el martirio del deforme no se acaba cuando Treves se lo lleva de la feria y lo interna en un hospital. Tiene que seguir dejándose observar por gente con la boca abierta: los científicos de la sociedad patológica, que lo consideran un objeto de investigación, los miembros de la elite londinense, que en un momento dado encuentran chic tomar té con él, y prostitutas y borrachos a los que deja entrar el vigilante nocturno del hospital para que puedan asombrarse viendo a Merrick.
Dejando a un lado las secuencias visionaririas del principio y del final asi como la pesadilla centra, la película está narrada de un modo naturalista y recrea el Londres de de la década de 1880 en imágenes de gran efecto. Mención especial al director de fotografía Freddie Francis y a los encargados de vestuario y decorados (todos candidatos a los oscars).
No lo piensen más queridos lectores, pasen y vean esta fantástica cinta del siempre ocurrente David Lynch.
martes, 5 de febrero de 2008
Un personaje en busca de autor
viernes, 1 de febrero de 2008
Un pasota con mucho estilo
“Quiero hablarles de un tipo que vivía allá en el oeste. Un tipo llamado Jeff Lebowski (…). Este Lebowski se hacia llamar “El Nota”, así, “El Nota”, en mi pueblo nadie se pondría semejante nombre".
El gran Lebowski, es una de las películas más destacadas de los hermanos Coen (Ethan y Joel). Lo cierto es que es difícil decidirse por una de sus películas, porque cada una de ellas tiene algo especial, sobre todos sus personajes, que, según han contado, están basados en personas reales que ellos conocen.
El chico de la motocicleta
La ley de la calle es considerada por muchos como una peli maldita, para algunos una joya y para otros detestable. Pero nunca deja indiferente. Personalmente, me parece el mejor trabajo de Francis Ford Coppola.
Porque aquí, cuando aún no era conocido ni todavía se le había olvidado, Mickey Rourke hechiza como jamás volvió a hacerlo. Y la vida, para su personaje, es “un televisor en blanco y negro con el volumen bajito”. Y el único color son los peces en el acuario de la pajarería, luchando siempre contra su reflejo en las paredes de cristal de su acuario (así es el título original: Rumble fish, lucha de peces).
Por el aire legendario de un simple barrio cutre, encarnando el verso de Jim Morrison en la canción de los Doors: “las calles son campos inmortales”. Una desolada atmósfera en la que todos buscan el sentido de algo, al menos de alguna cosa, sin atreverse a buscárselo directamente a la vida. Ese baile de una chica yonky, dejando salir tímidamente una sensualidad rota… Ese vagar sin rumbo por las calles oscurecidas por sus propios pasos… Una interrogación prolongada a lo largo de toda la historia, que no espera respuesta aunque necesita seguir buscándola.
Por un magistral Dennis Hooper, como siempre, dando vida a un personaje secundario intenso, frágil, entrañable, cobarde, abandonado, padre borracho peculiar que menciona a sus hijos los dioses griegos.
También aparecen unos desconocidos Nicolas Cage y Matt Dillon. El primero en un pequeño papel de traidor a ras del suelo, gris y deslucido. Lo hace genial. El segundo de protagonista, un adolescente de tristeza y confusión conmovedoras. Y el inefable Tom Waits, ese músico inclasificable, en un papelito de un par de minutos de camarero.
Por sus sombras tan, tan negras. Sus calles sin salida y su pegajosa condena de gigantesco acuario. Porque Coppola da una vuelta de tuerca y nos muestra qué rara y marciana es, en realidad, la vida cotidiana en las calles. Por su final en el mar. Por diálogos como este: “¿y viste el mar?”, “no sé, California me lo tapó”.